miércoles, 13 de junio de 2012

Entrevista a Ramón García

Aprendiendo a disfrutar los años

A los sesenta y tres años sigue una vida de impulsos





El reconocido actor peruano Manuel Ramón García Monteagudo, a pesar de los años y el sobre peso, no deja las tablas ni se desprende de la pantalla chica y cada vez le ofrecen más papeles actorales.




Ramón García, más conocido como Chapana (de los choches), -aquel personaje que hablaba mal, era muy divertido, renegón y a veces algo ingenuo- disimula muy bien sus pasos por la Universidad de Lima, su participación en las producciones de Imizu SAC  y el estar casado con Carmen Fernández Chávez, con quien tiene tres hijas. Con su intachable conducta, Ramón García, es la prueba fehaciente de que la comedia es cosa seria.
Son las once de la mañana y me encuentro en el teatro de la triple A, una construcción antigua ubicada en el Centro de Lima. Estoy junto a mi hermana, que años atrás tomó clases de actuación con Ramón y me presentará ante él. Ambas estamos sentadas bajo un árbol que, pese a su escaza frondosidad, ofrece la sombra necesaria para contrarrestar los efectos del intenso sol. Una figura voluptuosa, a la cual le cuesta moverse con agilidad, sale por un pasillo que lo separa de su clase y lo acerca hacia el patio en el que estamos ubicadas.
Hoy me encuentro frente a una reconocida figura de la actuación y creador de muchas de las miniseries que han alcanzado sintonía en la televisión peruana. Me pongo nostálgica al verlo diferente de como lo recordaba: con más líneas de expresión, caminando con dificultad y sin su caracterizador mostacho. Pero la

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Hoy es miércoles 13 de de Junio. Noche fría de invierno en Lima. Nueve y quince de la noche. Empiezo a escribir en este blog.
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En mi familia, todo diminutivo está permitido ya que con tantas Anas y Marías había que buscar el modo de distinguirnos. Mi mamá se llama Margarita y mi papá Alejandro, pero ambos tuvieron un peculiar modo de nombrar a sus cuatro hijas. Aunque nuestros nombres son similares, todas somos física y emocionalmente distintas:
La primera de nosotras es María Teresa. Treinta y siete años. Morocha, delgada y de cabello ondeado. Disfruta de mucha vitalidad, que yo – quince años menor- envidio. Es extrovertida y muy alegre. A ella todos la conocen como Mere.
La segunda es María Delia. Aunque tiene treinta años es igual de rebelde e impulsiva que una chica de quince. Nada tolerante. Morocha de cabello negro; lacio en las raíces y ondeado en las puntas. Aunque es la más gordita de todas, posee las facciones más finas en el rostro y una bella sonrisa. Conocida como Delia.
La tercera es Ana María. Veinticinco años. Estudiante de economía. Constante y decidida en todo lo que hace. Tiene el cabello de una asiática, ojos muy grandes y dueña de una prodigiosa voz. Es la más bajita de nosotras, por eso muchos creen que es la menor. A ella la pueden llamar de dos formas: Anie o Anita.
Y la cuarta, pero no menos importante, soy yo: Ana Paula. Veintidós años. Bajita, pero no tanto como Anita. Mi cabello es esponjoso y abundante, pero gracias a los avances tecnológicos, puedo plancharlo de vez en cuando. Fui la única que heredó los ojos de mi madre. Tengo como mayor prioridad mis estudios. Y  a mí, todos me dicen Pau.
¿Por qué empecé hablando de los diminutivos de mi familia? Pues, cuando tenía diez años, mi hermana Anita solía burlarse del diminutivo de mi nombre agregándole latinamente al final. Con el tiempo, me fui dando cuenta de que aquello que mi hermana usaba como mofa, tenía mucho sentido ya que unía tres palabras importantes para mí. Es por esto, que considero que es el nombre indicado para este blog.
¡Bienvenidos a PauLatinaMente!