sábado, 7 de julio de 2012

Crónica de un anuncio de muerte


Una construcción a punto de caerse, una calle habitada por gente que desconoce de la trascendencia de este lugar que poco a poco ha ido quedando en el olvido o en la memoria de muy pocos… Son casi las diez de la mañana; un típico día de junio en Lima en el que inesperadamente me dirijo hacia el distrito de Surco, en medio del tráfico sonoro. No sé muy bien lo que vaya a encontrar acerca de esta crónica que quiero comenzar pero, así como el día se abre paso entre las nubes, esperaré mi momento. Cuarenta y siete minutos después estoy en el fundo La Cruceta en el que se ubica la Iglesia San Juan Grande. Ésta fue construida por la Orden Jesuita en el año 1752.. Inicialmente era de adobe y madera, adicionalmente se usó piedra en su construcción. Sin embargo, hubo desavenencias entre el monarca español Carlos III y los jesuitas; eventualmente estos fueron expulsados en 1767. El lugar quedó abandonado y posteriormente fue vendido en una subasta. En dicha ocasión el inmueble fue dividido en dos partes; la parte que ocupaba la iglesia fue nombrada San Juan Grande. Los vecinos pasan y repasan el lugar que en la actualidad está cercado; honestamente si yo fuera vecina haría lo mismo: ¿Qué caso tendría preguntar o asomarme a un lugar cuyo acceso está completamente anulado?- Sin querer ya es la tarde: un buen triple entre mis manos y a continuar esta búsqueda que ¡Por fin va construyéndose! Durante las últimas 3 horas he sido enviada “de aquí para allá” ya que el tener información parece ser menos viable que acceder a la propia iglesia. He sido testigo de la frialdad del lugar y del potencial misterio que acaso podría encerrar un secreto tierno y heroico a la vez. Un pino derribado, la Guerra del Pacífico y un niño llamado Julito son las piezas de esta historia que a continuación desarrollaré. En el patio que divide la iglesia de la casa hacienda se erigía un pino de respetable altura. No hace mucho aún era parte de este lugar; no fue sino hasta enero de 2001 que cayó, luego de haber permanecido allí por casi 300 años. Ahora bien, ¿Cuál es la posición de este pino en mi crónica? Esto resulta interesante. Remontémonos 1879 en plena invasión chilena al territorio peruano. Durante ésta, nuestro litoral fue testigo y escenario de saqueos, abusos y de la excelente organización del contrincante chileno; además de las deficiencias armamentistas pero inexorable valor del ejército peruano. Podría dedicarle unos párrafos enteros a este tema, sin embargo me daré el gusto en otra ocasión. Hoy no he recorrido un viaje hacia el pasado para otro fin que el de poder comprender este lugar que me sigue observando desde allá adentro, detrás de estas rejas de concreto. Situémonos en ese contexto. La Iglesia, el pino y la Guerra del Pacífico. Como parte de su misión el ejército chileno se enrumbó luego de haber desembarcado exitosamente en Conchán. En su travesía nuestro ejército intentó con todo su valor y fuerzas detenerlo. Es así que la hacienda de San Juan tomó lugar. El comandante del IV cuerpo del ejército peruano y denominado “brujo de los Andes”, Andrés Avelino Cáceres utilizó la hacienda como refugio para sus huestes. No se sabía por dónde atacarían las tropas chilenas, se necesitaba de alguien que sigilosamente pudiera dar con el paradero de ellos y así les avisara a nuestros compatriotas. En medio de todo ese caos, un niño se ofreció. Su nombre: Julio César Escobar, edad: 13 años. Hoy más conocido como el niño héroe Julito. Me suena concreta, en esta ocasión, aquella frase “en la guerra y en el amor todo se vale”; este niño a su corta edad demostró su amor por el Perú y sabiendo de las desventajas de su ejército se ofreció sin dudarlo. Rápidamente los soldados le ayudaron a trepar el elevado pino que en ese momento se convirtió en un perfecto lugar para la estrategia. Julito trepó con decisión. Pacientemente el ejército peruano esperó su señal. Lamentablemente esta tardó mucho en llegar. Ambos ejércitos ya se enfrentaban, desatándose una voraz contienda. Vorazmente, peruanos y chilenos demostraron su poderío armamenticio, la sangre se derramaba por los alrededores de la Iglesia y la hacienda de San Juan. En un inesperado momento de aquel griterío sangriento los soldados fueron testigos de la caída del niño atacado. Aún con vida su frágil cuerpecito, en su respirar que difícilmente se escuchaba propinó: “¡Qué viva el Perú!” Los soldados peruanos le devolvieron esta hazaña a Julito peleando con alma y corazón; corazón henchido de orgullo peruano e implacable resistencia corriendo por la venas. Nada de esto impidió al ejército chileno fusilar al pequeño Julito al pie del inmenso pino, no sin antes saquear, incendiar y continuar su destrucción de lo que entonces fue Santiago de Surco. Seguidamente, la iglesia fue convertida en una caballeriza. Tanto la iglesia como la hacienda estuvieron desde entonces ocupadas por militares, siendo el último el general Canevaro, quien al morir dispuso en su testamento que la renta de todos los bienes se dedicara a obras de caridad. En 1925 se constituyó la fundación Ignacia R. de Canevaro, que desde entonces asume la propiedad de la hacienda San Juan Grande y se dedica a ayudar a hogares de niños huérfanos, invidentes, ancianos y desvalidos. En 1972 el Instituto Nacional de Cultura (I.N.C.) la declaró “Monumento Histórico de la Nación”, pues fueron descubiertas hermosas pinturas murales en las paredes de la iglesia. En 1992 el Arzobispado de Lima la convirtió Santuario de la Virgen de la Evangelización. Hoy solo se pueden ver escombros y una construcción desgastada de lo que un día fue una obra de arte y un lugar de guerra; solo vigas que se esfuerzan por sostener la antigua construcción. Un guardián que junto a las rejas impiden el paso de las personas. He viajado en el tiempo y el día se me ha ido de “entonces hasta ahora”, definitivamente este lugar me cautivó por su, casi muda, historia. Tres buses después estoy en mi cama ya es el día siguiente de cuando recién comencé con esto y sigo asombrada escribiendo. Soy o fui hasta hoy (ayer hace ya 1 hora) una más del montón de personas residentes y peatones alrededor de la Iglesia de San Juan Grande que no sabía nada acerca de Julito y su gran hazaña; al igual que él, no puedo cambiar el final de esa batalla, pero ahora tengo una parte nueva de la historia.

domingo, 1 de julio de 2012

La dicha de escribir


Desde el principio de los tiempos, las personas siempre han tenido la necesidad de perpetuar sus acciones y estados de ánimo a través de diferentes manifestaciones. Es a partir de esta necesidad con la que nuestros antepasados desarrollaron diferentes herramientas como la escritura que hasta el día de hoy nos retrata a los mismos y que significan un gran legado para nosotros.
La pregunta es ¿Por qué si nuestros antepasados nos dejaron grandes vestigios de su poder de expresión, nosotros aún no los empleamos de manera adecuada? ¿Necesitamos algo más para dejarnos llevar por las más sublimes de las artes como la de escribir? Creo que en realidad no se trata sólo de la garra y el entusiasmo, como afirma el texto, si no de recapacitación, ya que considero que en la actualidad, la gente aún no se da cuenta de la importancia de la trascendencia que se puede lograr a través de la escritura de un libro, un párrafo o inclusive una frase.
Garra. Entusiasmo. Creo que, en realidad, éstas sí son palabras que se emplean a menudo en Perú. No obstante, son palabras a las que no se les ha prestado la importancia necesaria  como para entender a profundidad lo que cada una de ellas implica. Aquí (en Perú), utilizamos estas palabras en temas, en su mayoría, futbolísticos y desde ya podemos darnos cuenta del depreciado uso de las mismas, ya que los peruanos somos conscientes - pese a que algunos mantienen aún una postura ensimismada-de que el fútbol peruano hace mucho tiempo que se mantiene lejos de alcanzar algún de reconocimiento.
Retomando el primer punto, ¿Qué es lo que nos conduce a la no escritura? Si cada evento cotidiano puede convertirse en una gran historia, imagínense los premios que ganaríamos cada uno de nosotros, si alguna vez lográramos explorar aquel infinito universo de sentimientos que cada uno guarda dentro de sí mismo y que esperan ser despertados ante un estímulo y quedar grabados perpetuamente en un pedazo de hoja.
Amor. Desconcierto. Añoranza. Odio. Melancolía. En diferentes intensidades y con diferentes matices, cada uno de nuestros sentimientos puede ser usado como tinta imborrable para escribir vocablos que pueden desembocar en un invaluable libro. Piense en las personas que escribieron algo y que la impulsaron a tomar decisiones, emprender un nuevo camino o despejaron su mente; y piense, además, en todas aquellas personas a las que, por medio de sus escritos, podría servir de inspiración.
Existe un fragmento en el texto La dicha de escribir que me parece importante resaltar y es el que dice que el primer deber de un escritor es ser una criatura de fiebres y arrebatos. Esta parte, no hace más que reafirmar aquella licencia que todos poseemos de escribir sobre lo que nos plazca y con la única condición de que nos deleitemos con cada letra plasmada en el papel. Es seguro que las cortapisas siempre estarán a la orden del día, aunque no las solicitemos. Sin embargo, nuestro ímpetu será, finalmente, lo que nos mantenga en pié y nos recordará que  nadie podrá borrar  lo escrito  (por más que algunos consideren, lo escrito, criticable)
En el escrito, así mismo, nos recuerdan cómo grandes personajes como Shakespeare y Melville sabían divertirse trabajando. Es más que obvio decir que la vida de nadie es perfecta, y por supuesto, la vida de éstos, no era la excepción. La gente se siente bien cuando comparte una experiencia, ya sea buena o mala, y creo que estas personas eran felices precisamente por eso: por escribir y, de esta forma, compartir sus vivencias.
Ahora, le toca a usted hacer que la dicha de escribir, este y cualquier otro texto que usted haya leído, y considere importante, cobren vida a través de usted. Muestre su perspectiva de la vida. Escriba sobre el gozo, la tristeza, la fantasía… ¡Adelante! El papel está frente a usted y las ideas dentro suyo. En estos momentos, sólo depende de usted ponerse límites o romper barreras.

Análisis de la serie "In treatment"

Capítulo 1 - tercera temporada


Cuando una persona atraviesa las puertas del consultorio de un psicoanalista, lo hace porque tiene la necesidad de compartir una experiencia que la atormenta y no le permite  continuar con sus actividades cotidianas. Existen en la  vida acontecimientos que impactan con mayor magnitud que otros y con los que no se pueden lidiar con facilidad. Cada persona asimila los sucesos desde su perspectiva y muchos de ellos recuren a una persona extra para poder aliviar su dolor y recibir un consejo. Sin embargo, las personas que van a un tratamiento, no siempre están ávidas de compartir sus vivencias, reconocer sus errores e intercambiar opiniones.
A pesar de que una persona busca soluciones a través de un psicoanalista, esto no significa que esta persona no tenga una familia y sus propios problemas. Cuando empieza la serie, se ve una escena en la que él recibe una llamada telefónica que lo deja muy tenso y perturbado al punto de que le tiemblen las manos, sin embargo, su labor debe continuar y mantenerse rígido a la llegada de nuevos pacientes que esperan resolver sus problemas a través de él.
Desde el momento en el que la pareja de esposos, compuesta por Julia y Aaron, ingresan al consultorio del doctor Weston no es difícil percibir que el problema que atraviesan no tiene nada que ver con ambos, sino, con un tercero: el padre de Aaron. Alguien que ha venido a interrumpir sus vidas perfectas y que lo hará por un periodo largo.
Con cuatro personas dentro de un consultorio, no sólo las palabras expresan lo que el alma quiere decir. Involuntariamente, las miradas, gestos y el tono de voz pueden delatar aquel ser interior que busca salir y expresar cómo se siente verdaderamente una persona.
El alejamiento del señor Sunil, el padre de Aaron, hacia ambos es lo que más destaca en su conducta ya que éste no habla más que en su idioma de tal manera que solo su hijo pueda entenderlo y deja de lado totalmente a su nuera. La razón de esta conducta, pese a que es un poco grosera, queda totalmente justificada al ver la postura de la señora Julia que, llena de ideas radicales, ataca constantemente las costumbres del señor Sunil y a su hijo que no hace nada por defenderlo. Esta persona estaba acostumbrada a valerse por sus propios peculios y caminar de la mano de su compañera de vida en el país que lo vivió nacer y le enseñó a seguir ciertas costumbres, se siente, ahora, totalmente impotente al ver que su vida pasa a ser controlada por su nuera norteamericana, en un país en donde la mayoría del tiempo de las personas se ve acaparado por el trabajo y emplean la televisión como medio de distracción.
El origen de una persona no es lo que define su futuro. No es malo aspirar a tener más y superarse, lo que es imperdonable es olvidar la tierra en la que uno nació y los padres que lo trajeron a este mundo. Aaron nació en Bengalí, no obstante, se educó en Estados Unidos y adquirió costumbres y pensamientos que lo hacen irreconocibles ante los ojos de su padre. Se casó con una mujer estadounidense y aceptó, sin objeciones, los cambios radicales que ella imponía en el curso de vida que incluso hicieron que cambie su propio nombre- de Arum a Aaron-, desertando al mismo tiempo del importante legado de sus padres, de su idioma y de su país.
Julia no es más que el prototipo de señora americana: alta, rubia y ojos claros; además de imponente, autosuficiente y frívola. Una persona que se cree con la razón y el poder de modificar las cosas de tal manera de que encajen en el mundo en el que ha estado acostumbrada a vivir; alguien al que le importa más el cómo se ve que el cómo se siente. En una parte de la serie, se aprecia que la mujer incluso se queja de los engreimientos que recibe el señor Sunil por parte de Aaron. Se nota claramente que ella tiene miedo de ser reemplazada por el señor y también teme que sus hijos adquieran ciertas tradiciones de él. Lo que ella cree conveniente es que su familia se mantenga encuadrada en raíces norteamericanas.
Cuando Julia y Aaron se sientan en el sofá del consultorio están tan juntos  que dejan de lado al señor Sunil; esto demuestra la sometida conducta de Aarom ante su esposa que incluso puede ponerlo en contra de su propio padre. Cuando el señor Sunil intenta sacar un cigarrillo para fumarlo, la señora Julia se impone severamente para evitarlo, sin embargo no toma en cuenta la ansiedad que éste está atravesando.
En el instante sale la pareja y en el consultorio quedan el doctor Weston y el señor Sunil, éste ve la necesidad por querer fumar de parte del señor y le presta un cenicero que es más un símbolo de confianza y entendimiento por parte del doctor. De esta manera el señor Sunil empieza a expresarse y explicar lo incómodo que se siente al vivir con una persona que lo trata como un ser diferente, que no le deja que le enseñe su idioma natal a sus nietos, que lo obliga a tomar pastillas y que  cree que hace mucho con darle alojamiento en su casa.
Cuando termina la consulta, otra vez en las soledad del consultorio, el doctor Weston vuelve a ser el mismo ser humano lleno de problemas pero con una nueva historia en la mente.

Todo un caso


Con tan solo cuatro letras, dos sílabas, dos vocales y dos consonantes mi apellido ha sido confundido no menos de un millón de veces. Bueno, en realidad no tantas, pero al pensar en todas las incómodas situaciones que he tenido que pasar a raíz de mi apellido, no puedo dejar de exagerar con la cantidad de veces. Pero todos se preguntarán ¿Qué clases de problemas puede traer consigo este apellido? Pues, aunque no lo crean, el apellido Caso me ha traído tantos problemas como para irritar mi paciencia.
Cuando tengo que dar mi nombre completo para cualquier inscripción, es casi inevitable que después de haber dicho mi apellido, la persona detrás del mostrador o vitrina me pregunte ”¿Castro?” o “¿Casas?”. Entonces contesto con más énfasis “Caso”. Parece que todas las recepcionistas, secretarias, encuestadoras y miembros de mesa se hubiesen puesto de acuerdo en hacer la misma pregunta. Siendo un apellido tan sencillo debo confesar que a veces hasta me incomoda que lo confundan o no sepan cómo escribirlo. Por ejemplo, cuando digo “Caso”, algunas personas lo entienden fonéticamente, pero luego viene la otra inevitable pregunta “¿con Z?” o “con doble S”. Así fue cómo aprendí a decir mi apellido y deletrearlo automáticamente después de pronunciarlo “mi apellido es Caso: C-A-S-O”
El verano de este año, me robaron la billetera mientras viajaba en una combi repleta de personas que intentaban mantenerse en pie pese, a la excesiva velocidad a la que nos llevaba el conductor. Mientras escuchaba música en mi celular, tratando de no atender a la incómoda situación en la que me encontraba, un desalmado ser me robó la billetera. Se llevó consigo no más de ochenta soles en efectivo, mi D.N.I, mi tarjeta del metropolitano y mi carnet de estudiante. Al día siguiente, como es natural, fui a la comisaría a poner mi denuncia. Después de toda una calurosa mañana entre trámites, interminables colas,  pagos y declaraciones volví a mi casa a la una de la tarde a almorzar y a beber litros. Sin embargo, este sagrado ritual se vio interrumpido con una frase de mi padre: “Debes volver a la comisaría, han escrito mal tu apellido”. Fue de esta forma que desperdicié un día entero de mi preciado verano encerrada entre las cuatro paredes de una comisaría. Siendo yo la agraviada me sentí como la prisionera.
Pese a que lo han confundido muchas veces, yo he tenido la oportunidad de rectificar los errores. No como en el caso de mi madre, que ahora vive bajo un apellido que no le corresponde. Su apellido tendría que ser Méndez Yañez, sin embargo por culpa de secretarias sordas y de padres descuidados, mi madre figura en su partida de nacimiento como Méndez Yañi. No obstante, ella no es el único caso, sus hermanos terminaron registrados como Yañe o Yañes y  con diferentes formas de escribir Méndez: sin tilde o con S.  No puedo dejar de pensar en mi madre y en las tantas personas, entre ellos mis tíos, que han tenido que lidiar con mutaciones de su apellido.
Sin embargo, no todo es malo. El tener un apellido poco conocido me hace sentir original. De hecho, no he conocido a una sola persona, a excepción de mi familia que se apellide como yo. A esto se le suma mi nombre, que a pesar de ser sencillo, tampoco es común. En cierta forma, creo que nunca tendré un homónimo o al menos eso espero.

Análisis de la película "El secreto de sus ojos"


La vida es un sinfín de sentimientos. Cualquiera que esté en este mundo ha tenido que experimentar alguna vez temor, alegría, sed de venganza, amor o pasión.  Por mi parte, yo nunca me he enamorado, al menos no como lo describen las canciones de amor o las películas románticas; no he llegado al punto de querer correr riesgos o sacrificar todo en la vida por otra persona. Aún me mantengo como Rimbaud, creyendo que existe el egoísmo, la complacencia, el sexo, pero no el amor. Sin embargo, el secreto de sus ojos no me relata otro trivial cuento empalagoso de amor  en donde abundan los besos, abrazos y las promesas eternas. Es una historia cargada de suspenso, humor y realismo que me mantiene cautivada de principio a fin porque expresa pasajes importantes de la historia Argentina y la singular conducta de los argentinos a través de sus personajes.
Hace cuatro años, mis hermanas tuvieron la oportunidad de viajar a Argentina, ellas me contaron sobre ciertas cosas peculiares en la conducta de los argentinos como la sinvergüencería, el nacionalismo, el consumismo y que son personas muy bohemias. Su característica principal es que viven el día a día al máximo. También cosas malas, como la discriminación y el racismo hacia gente especialmente con la gente de provincia (de su mismo país) y con los bolivianos que cotidianamente lidian con ello y se las ingenian por sobrevivir en un país por cuyas venas corre sangre europea y en cuyas calles se respira consumismo.
Benjamín Espósito es una persona muy observadora, pero como todo observador tiene más que ver que decir. Su conducta es contradictoria: osado para unas cosas y cobarde para otras. ¿Cómo puede una persona arriesgar su trabajo y su vida, en más de una oportunidad, y no puede atreverse a confesar el amor que alberga consigo? Pues creo que es el complejo de inferioridad que tenía Benjamín ante Irene. La veía como la perfección personificada, como un ser inalcanzable. Sin embargo, al final de la historia, y con el regalo de los años y la experiencia, Benjamín adquiere el valor suficiente para confesarle el amor que siente.
Además de ser observador, Benjamín, tenía otros aspectos que caben resaltar, por ejemplo, era un buen amigo. A pesar de que Pedro Sandoval era un alcohólico, faltaba al trabajo y tenía problemas en casa nunca rechazó su amistad. También, en una parte de la película, se ve como defiende a dos personas injustamente involucradas en el caso del asesinato. Es una persona muy correcta que odia las injusticias y que lucha por encontrar la verdad.
Si yo hubiese conocido personalmente a un Pedro Sandoval, no me habría interesado entablar amistad con alguien como él: un desenfrenado que no se dio cuenta que los años ya le han pasado factura y que tiene cumplir responsabilidades con otras personas. Tal vez nunca le habría dirigido la palabra a alguien así. No obstante, viéndolo a través de la pantalla, me doy cuenta de que a pesar de la lista de defectos que trae consigo, trae también una virtud que es muy difícil de encontrar en la actualidad: la lealtad. Se parecía muchas veces en las que él hace muchos intentos fallidos por no molestar a su amigo e incluso da la vida por él.  Noto que mis prejuicios tal vez me privan de conocer personas como él y que tal vez yo también tendría que aprender a correr riesgos.
Lo seria y equilibrada de Irene hacen que, en cierta forma, me identifique con ella. Claro que yo no tengo ganas locas de casarme como Susanita, pero sí aspiro a terminar mis estudios y conseguir un buen trabajo. Ella es una persona es una mujer de carácter rígido y estructurado. Sigue los parámetros de la sociedad y es muy prudente en cada uno de sus actos. Pese a que Irene es la parte equilibrada y correcta de la película, en un momento dado, no duda en utilizar todas sus armas con el fin de desenmascarar al asesino y es un momento muy intenso hasta el punto de que uno llega a desconocerla porque es la primera vez que actúa por medio de instintos.
La  pasión siempre ha sido vista como el pariente no reconocido del amor, como aquel sentimiento que es instintivo y poco duradero. No obstante, en este largometraje la pasión es exhibida como el motor que hace que las cosas finalmente desemboquen en el final de la historia. Una pasión que tuvo como raíz el más puro de los amores pero que por las injusticias de la vida, posteriormente, da como fruto el veneno de la pasión.  Una sed de venganza que termina por deshumanizar a Ricardo Morales, el esposo de Liliana Coloto.  Me sorprendo al ver como la felicidad de esta persona se trunca y el amor es relegado por la obsesión. Este hombre no era más que un joven enamorado y se convirtió en un Mr. Hyde que debe permanecer oculto, alejado de la sociedad e indirectamente acompañado de la persona que lo hizo ser como es. Su historia gira en torno a un solo concepto: las diáfanas notas del amor perturbadas por el amargo apetito de la pasión.
A mí todavía me falta mucho por vivir, si es que así me lo permite quien sea que se encargue de darnos la vida, sin embargo aquella impotencia de querer hacer justicia por mi cuenta la he experimentado muchas veces, sobre todo cuando vives en un país de policías coimeros, ministros que ganan fortunas y no hacen nada, el poder puede más que la justicia y la gente se hace de la vista gorda.
Es increíble ver como en aproximadamente dos horas uno puede ser capaz de percibir distintas emociones, hechos y contextos. Lo que más destaca en esta película es el cauteloso modo en el que se enfocan las situaciones: la crudeza trazada con una fina punta de sutileza, la tristeza acompañada de una serie de situaciones divertidas y el día a día con el increíble, pero no ficticio, poder de la corrupción e injusticia. Es preciso recomendarla no sólo por haber ganado un premio Óscar a mejor película extranjera en 2010 sino por ser lo que es: una historia de amor, cargada de suspenso y con ciertos toques de hilaridad expresada como la vida misma.