La vida es un sinfín de sentimientos.
Cualquiera que esté en este mundo ha tenido que experimentar alguna vez temor,
alegría, sed de venganza, amor o pasión.
Por mi parte, yo nunca me he enamorado, al menos no como lo describen
las canciones de amor o las películas románticas; no he llegado al punto de
querer correr riesgos o sacrificar todo en la vida por otra persona. Aún me
mantengo como Rimbaud, creyendo que existe el egoísmo, la complacencia, el sexo,
pero no el amor. Sin embargo, el
secreto de sus ojos no me relata otro trivial cuento empalagoso de
amor en donde abundan los besos, abrazos
y las promesas eternas. Es una historia cargada de suspenso, humor y realismo que
me mantiene cautivada de principio a fin porque expresa pasajes importantes de
la historia Argentina y la singular conducta de los argentinos a través de sus
personajes.
Hace cuatro años, mis hermanas
tuvieron la oportunidad de viajar a Argentina, ellas me contaron sobre ciertas
cosas peculiares en la conducta de los argentinos como la sinvergüencería, el
nacionalismo, el consumismo y que son personas muy bohemias. Su característica
principal es que viven el día a día al máximo. También cosas malas, como la discriminación
y el racismo hacia gente especialmente con la
gente de provincia (de su mismo país) y con los bolivianos que cotidianamente
lidian con ello y se las ingenian por sobrevivir en un país por cuyas venas
corre sangre europea y en cuyas calles se respira consumismo.
Benjamín Espósito es una persona
muy observadora, pero como todo observador tiene más que ver que decir. Su conducta es contradictoria: osado para unas cosas y
cobarde para otras. ¿Cómo puede una persona arriesgar su trabajo y su vida, en
más de una oportunidad, y no puede atreverse a confesar el amor que alberga
consigo? Pues creo que es el complejo de inferioridad que tenía Benjamín ante
Irene. La veía como la perfección personificada, como un ser inalcanzable. Sin
embargo, al final de la historia, y con el regalo de los años y la experiencia,
Benjamín adquiere el valor suficiente para confesarle el amor que siente.
Además de ser observador,
Benjamín, tenía otros aspectos que caben resaltar, por ejemplo, era un buen
amigo. A pesar de que Pedro Sandoval era un alcohólico, faltaba al trabajo y
tenía problemas en casa nunca rechazó su amistad. También, en una parte de la
película, se ve como defiende a dos personas injustamente involucradas en el
caso del asesinato. Es una persona muy correcta que odia las injusticias y que
lucha por encontrar la verdad.
Si yo hubiese conocido
personalmente a un Pedro Sandoval, no me habría interesado entablar amistad con
alguien como él: un desenfrenado que no se dio cuenta que los años ya le han
pasado factura y que tiene cumplir responsabilidades con otras personas. Tal
vez nunca le habría dirigido la palabra a alguien así. No obstante, viéndolo a
través de la pantalla, me doy cuenta de que a pesar de la lista de defectos que
trae consigo, trae también una virtud que es muy difícil de encontrar en la
actualidad: la lealtad. Se parecía muchas veces en las que él hace muchos
intentos fallidos por no molestar a su amigo e incluso da la vida por él. Noto que mis prejuicios tal vez me privan de
conocer personas como él y que tal vez yo también tendría que aprender a correr
riesgos.
Lo seria y equilibrada de Irene
hacen que, en cierta forma, me identifique con ella. Claro que yo no tengo
ganas locas de casarme como Susanita,
pero sí aspiro a terminar mis estudios y conseguir un buen trabajo. Ella es una
persona es una mujer de carácter rígido y
estructurado. Sigue los parámetros de la sociedad y es muy prudente en cada uno
de sus actos. Pese a que Irene es la parte equilibrada
y correcta de la película, en un momento dado, no duda en utilizar todas sus
armas con el fin de desenmascarar al asesino y es un momento muy intenso hasta
el punto de que uno llega a desconocerla porque es la primera vez que actúa por
medio de instintos.
La pasión siempre ha sido vista como el pariente
no reconocido del amor, como aquel sentimiento que es instintivo y poco
duradero. No obstante, en este largometraje la pasión es exhibida como el motor
que hace que las cosas finalmente desemboquen en el final de la historia. Una
pasión que tuvo como raíz el más puro de los amores pero que por las
injusticias de la vida, posteriormente, da como fruto el veneno de la pasión. Una sed de venganza que termina por
deshumanizar a Ricardo Morales, el esposo de Liliana Coloto. Me sorprendo al ver como la felicidad de esta
persona se trunca y el amor es relegado por la obsesión. Este hombre no era más
que un joven enamorado y se convirtió en un Mr.
Hyde que debe permanecer oculto, alejado de la sociedad e indirectamente
acompañado de la persona que lo hizo ser como es. Su historia gira en torno a
un solo concepto: las diáfanas notas del amor perturbadas por el amargo apetito
de la pasión.
A mí todavía me
falta mucho por vivir, si es que así me lo permite quien sea que se encargue de
darnos la vida, sin embargo aquella impotencia de querer hacer justicia por mi
cuenta la he experimentado muchas veces, sobre todo cuando vives en un país de
policías coimeros, ministros que ganan fortunas y no hacen nada, el poder puede
más que la justicia y la gente se hace de la vista gorda.
Es increíble ver
como en aproximadamente dos horas uno puede ser capaz de percibir distintas
emociones, hechos y contextos. Lo que más destaca en esta película es el
cauteloso modo en el que se enfocan las situaciones: la crudeza trazada con una
fina punta de sutileza, la tristeza acompañada de una serie de situaciones
divertidas y el día a día con el increíble, pero no ficticio, poder de la
corrupción e injusticia. Es preciso recomendarla no sólo por haber ganado un
premio Óscar a mejor película extranjera en 2010 sino por ser lo que es: una
historia de amor, cargada de suspenso y con ciertos toques de hilaridad
expresada como la vida misma.
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